Rivers Cuomo y compañía regresan a escena tan sólo un año después del mediocre Red Album (2008), de la mano de Raditude, su séptimo álbum.

Con el agravio comparativo que suponen sus dos excelentes primeros discos (Blue Album y Pinkerton) y, si acaso, el más que aceptable tercero (Green Album), los angelinos han ido sacando secuelas que no se dedicaban a otra cosa más que a cubrir el expediente, sin mucho más que rascar. Raditude es otra cosa; es un disco ‘menos Weezer’, lo cual no es una mala noticia, visto lo visto anteriormente.

Reinventarse o morir ¿no? Si alguien tiene una buena idea, aprovéchala. ¡Já!

Vale, el disco no está nada mal. Pero tengo la permanente sensación de que pretenden venderme himnos, que su frescura es impostada, que el frenetismo que desprenden es para que me arranque a botar en un concierto. En cierto modo, han seguido la fórmula de The Killers (suavizándola y con más estilo). He ahí la trampa: el rock alternativo deja paso a algo más parecido al power pop. Han perdido algo de fuerza; ya no muerden como antes.

Desde luego tiene infinidad de singles potenciales (Can’t stand it, I want you to, Turn me round, Get some,…) y una cohesion interna notable, pero parecen haber renunciado a parte de su identidad. Raditude mola, pero yo seguiré añorando el Pinkerton. Qué tiempos… Al menos no se han vuelto bailables. Algo es algo. ;)