¿Por qué le llaman ‘apoyo’ cuando quieren decir ‘pasta’?
Esta mañana, salía a la luz en distintos medios un comunicado por parte de la industria musical en el que trataban de poner de manifiesto su falta de apoyo por parte de la administración. Por una vez, y sin que sirva de precedente, entiendo sus quejas. Quieren comer de ese pastel del que otros se meriendan una porción. Percibo un chirriar de dientes en el texto hacia la industria del cine (no sin razón) y las editoriales (no tengo la impresión de que tengan muchas ayudas, pero no lo sé, francamente).
El problema es que, como en todo, en la cultura también hay clases. No sé si es impresión mía, pero cuando hablamos de pintura, escultura, arquitectura o literatura, damos por hecho que estamos hablando Cultura (con mayúsculas). En un peldaño inferior, pero bien considerado, está el cine y las fiestas culturales patrias (desde los toros hasta la Tomatina), aunque ambos con sus detractores (yo mismo, sin ir más lejos). Otro debate sería la consideración de ‘arte’, que estaría incluído en la cultura, pero excluiría algunos de los anteriores. En un peldaño inferior se encontrarían la cocina (que también es cultura, comprobadlo en la tercera entrada), el deporte y la música. Estos últimos, arrastran un lastre: su masificación.
Ya sabéis: mal de muchos, consuelo de tontos. Pues no, señores, no. Que lo podamos disfrutar todos no quiere decir que sea peor. Se confuende cierta exclusividad con calidad. Pocas veces he sentido en un museo las emociones que he vivido en conciertos o en un estadio de fútbol. Pasas al lado de 200 cuadros y dices: “¡Ah! Un Botticcheli. El siguiente…”. La explicación: la suspensión de incredulidad (que tan bien explicó en su momento mi admirado Enric González). Los cuadros difícilmente apelan a mi sensibilidad al nivel de la música (ya véis) y, por ejemplo, me interesa más un disco de Quique González que el Bolero de Ravel y, no digamos, que Las meninas, que no me dicen nada (seguramente algunos se estarán liando la manta a la cabeza si han leído hasta aquí). Asumo mi embrutecimiento y lo digo aquí y en la tele si hace falta. No me avergüenza.
Centrémonos en lo que estábamos. En el comunicado huele el trasfondo. ¿Por qué le llaman ‘apoyo’ cuando quieren decir ‘pasta’? Esa que les prometían cuando ofrecieron su apoyo en la campaña electoral y ahora ‘lloran’. Es lo que tiene mezclar artistas (personas, presuntamente, críticas con la realidad) con políticos (vendedores de humo, en su mayoría). Ni me parece bien que pidan dinero, ni que lo reciban (del contribuyente). La música y el cine (cuyo trato de favor es lo que escuece) son cultura, sí; pero son un negocio también y, como tal, deben regirse por las leyes del mercado: oferta y demanda. La administración debe velar por la protección de la propiedad intectual y los derechos de autor (pero de forma efectiva, no como un cánon digital indiscriminado). Soy de la opinión de que la cultura no debe ser gratis pero, ojo, sí debe ser más accesible, y cuando digo accesible, me refiero a más barata y no precisamente a costa de subvenciones (ésas, las pagamos todos).
Otra cosa es el marketing. Los naufragios en los proyectos musicales vienen en su mayoría por ahí y muchas veces pagan justos por pecadores; es ‘el pato’ de esas estrategias globalizadoras y asfixiantes que invitan a ‘no pensar’, a ‘no buscar’, a reducir, al fin y al cabo, las inquietudes del receptor. No existen medios ni informativos ni ‘divulgativos’ plurales y neutros. Quizá RTVE, pero, en mi opinión, se queda corto en el intento. Quizá habría que empezar a buscar soluciones por ahí...
Nota: Que me interese más Quique González, no quiere decir que esto no me guste :D
El problema es que, como en todo, en la cultura también hay clases. No sé si es impresión mía, pero cuando hablamos de pintura, escultura, arquitectura o literatura, damos por hecho que estamos hablando Cultura (con mayúsculas). En un peldaño inferior, pero bien considerado, está el cine y las fiestas culturales patrias (desde los toros hasta la Tomatina), aunque ambos con sus detractores (yo mismo, sin ir más lejos). Otro debate sería la consideración de ‘arte’, que estaría incluído en la cultura, pero excluiría algunos de los anteriores. En un peldaño inferior se encontrarían la cocina (que también es cultura, comprobadlo en la tercera entrada), el deporte y la música. Estos últimos, arrastran un lastre: su masificación.
Ya sabéis: mal de muchos, consuelo de tontos. Pues no, señores, no. Que lo podamos disfrutar todos no quiere decir que sea peor. Se confuende cierta exclusividad con calidad. Pocas veces he sentido en un museo las emociones que he vivido en conciertos o en un estadio de fútbol. Pasas al lado de 200 cuadros y dices: “¡Ah! Un Botticcheli. El siguiente…”. La explicación: la suspensión de incredulidad (que tan bien explicó en su momento mi admirado Enric González). Los cuadros difícilmente apelan a mi sensibilidad al nivel de la música (ya véis) y, por ejemplo, me interesa más un disco de Quique González que el Bolero de Ravel y, no digamos, que Las meninas, que no me dicen nada (seguramente algunos se estarán liando la manta a la cabeza si han leído hasta aquí). Asumo mi embrutecimiento y lo digo aquí y en la tele si hace falta. No me avergüenza.
Centrémonos en lo que estábamos. En el comunicado huele el trasfondo. ¿Por qué le llaman ‘apoyo’ cuando quieren decir ‘pasta’? Esa que les prometían cuando ofrecieron su apoyo en la campaña electoral y ahora ‘lloran’. Es lo que tiene mezclar artistas (personas, presuntamente, críticas con la realidad) con políticos (vendedores de humo, en su mayoría). Ni me parece bien que pidan dinero, ni que lo reciban (del contribuyente). La música y el cine (cuyo trato de favor es lo que escuece) son cultura, sí; pero son un negocio también y, como tal, deben regirse por las leyes del mercado: oferta y demanda. La administración debe velar por la protección de la propiedad intectual y los derechos de autor (pero de forma efectiva, no como un cánon digital indiscriminado). Soy de la opinión de que la cultura no debe ser gratis pero, ojo, sí debe ser más accesible, y cuando digo accesible, me refiero a más barata y no precisamente a costa de subvenciones (ésas, las pagamos todos).
Otra cosa es el marketing. Los naufragios en los proyectos musicales vienen en su mayoría por ahí y muchas veces pagan justos por pecadores; es ‘el pato’ de esas estrategias globalizadoras y asfixiantes que invitan a ‘no pensar’, a ‘no buscar’, a reducir, al fin y al cabo, las inquietudes del receptor. No existen medios ni informativos ni ‘divulgativos’ plurales y neutros. Quizá RTVE, pero, en mi opinión, se queda corto en el intento. Quizá habría que empezar a buscar soluciones por ahí...
Nota: Que me interese más Quique González, no quiere decir que esto no me guste :D
illeR Said,
Completamente de acuerdo
Posted on 20 de octubre de 2009, 23:32
H Said,
Nate, después de esto, sin duda he de llamarte, GRAN NATE!
Me ha gustado mucho tu chapa, digooo, tu razonamiento. Me gustan los fundamentos que expones, y estoy bastante de acuerdo con casi todo lo que dices.
De verdad irías a la tele?? No lo digas muy alto... que no serías el primero! 8)
Penasba que acabarías con un temazo de Quique en vez de con el bolero de Ravel. ;)
Posted on 21 de octubre de 2009, 1:07
Fer Said,
Lo que pide la Iidustria musical es apoyo (económico) ante su crisis. El mismo apoyo que ha recibido el cine, o la minería. Es decir, que la música es una industria que da pasta, que da trabajo a mucha gente. Lo de las leyes de oferta y demanda, y las manos invisibles, son milongas absolutas, cuando una industria (como la financiera) está cerca de la quiebra todos recurren al Estado.Y la industria musical hace lo mismo que han hecho otros tantos.
Posted on 21 de octubre de 2009, 11:01
Nathaniel Said,
Imaginaba que habría alguna respuesta como la tuya, Fer. Entiendo tu apreciación, pero para mí el cine y la música, no están en el mismo saco que la industria minera o las energéticas, por ejemplo.
Me explico: independientemente de que ambas generan un beneficio (social y económico), ver películas o escuchar música, no es una prioridad del ciudadano. Puede ser su oasis para sobrellevar la vida cotidiana, pero el Estado no debe velar por eso (al menos a los niveles a los que se solicita y, en el caso del cine, se dan).
Por otro lado, habría que ver cuál sería el fruto del apoyo (tratándose de pasta). En las energéticas, está claro que genera dinero (y mucho) aunque tienen una deuda crónica, pero la engería es imprescindible para la 'vida moderna' y el Estado debe garantizarla. De una manera u otra, genera beneficios y, además, es de consumo general.
La cultura es un objeto de consumo, no nos engañemos. Pagas entradas para un museo, por un concierto, para ver una peli o te dejas 15-20 pavos en cada disco. Pero la cuestión es... ¿el que no consume estos productos debe poner dinero para subvencionarlos? Yo creo que no. Radicalmente no. Y a los hechos me remito: el cine español, con una media de 150 películas producidas al año, de las cuales la mitad no se estrenan más que en festivales. ¿Alguien alza la voz? Desde la Academia no, desde luego; ya las tienen descontadas antes del estreno. Y si generan beneficios, mejor que mejor.
Lo que hablas de la 'industria financiera', creo que pensamos en la misma dirección. El problema es que nos tienen cogidos por los huevos. Sin ellos, a falta de un modelo mejor (que difícilmente aparecerá), el sistema se bloquea. A veces le dan a uno ganas, de cancelar todas las cuentas y guardar el dinero debajo del colchón, pero es lo que tenemos. De momento, toca "ajo y agua".
Un saludo a todos! (vaya chapa otra vez) :D
Posted on 21 de octubre de 2009, 12:54