El otro día, preguntaban en un encuentro digital a Carlos Boyero qué película le recomendaba para un recién parado. No sé por qué, se me acordó una que fue mi favorita durante muchos años y que, de un tiempo a esta parte, ya no la menciono entre mis predilectas. Supongo que será porque me estoy haciendo viejo.
Siempre he pensado que uno puede ser capaz de apreciar la belleza en cualquier arte, pero que a la hora de los favoritismos, ha de haber un vínculo emocional, una asociación con la obra (ya sea con el contenido o bien con las circunstancias en las que se tuvo contacto con ella), para colocarla en los primeros puestos de sus imprescindibles. Recuerdo la primera vez que vi ‘El club de la lucha’ como si fuera hoy mismo. Atravesaba una época un tanto confusa en muchos aspectos de mi vida y solía refugiarme bastante en el cine. Estaba en mi habitación un viernes de invierno a eso de las siete de la tarde. Me acababa de comprar el dvd original, con David Fincher (impagable director de ‘Seven’ y ‘The game’ hasta aquella fecha) y Edward Norton como únicos referentes para el visionado.
Reconozco que es una película no apta para todos los estómagos. Es violenta, radical y trata ciertos temas con una especie de humor negro que puede resultar desagradable y frívolo. Pero el meollo de la cinta, el mensaje que subyace me parece más que interesante, de los que habría que meditar. Todavía tengo frescas frases como “lo que posees acabará poseyéndote” o “pasamos nuestras vidas en trabajos que odiamos para comprar cosas que no necesitamos”. Cuando terminó, tenía una extraña sensación de reconciliación con la vida (probablemente falsa), de que los problemas podían tener fácil solución, de que el mundo es una mierda, pero podría cambiar (aunque no por los métodos que a Tyler le gustarían). Al final, la realidad te acaba devolviendo a tu sitio.
Supongo que en los tiempos que corren los programadores de las cadenas tendrán esta cinta más que vetada. ¿Os imagináis a cuatro millones de desempleados (y subiendo) viendo una película que bien podría catalogarse como un ‘catecismo antisistema’? Mejor no hacer experimentos por si a alguien se le ocurre alguna ‘genialidad’ después de verla.
Os dejo aquí los últimos cuarenta y cinco segundos de la película, que no desvelan nada de la trama (todo lo importante es lo que pasa antes) con esa irónica frase de “me has conocido en un momento extraño de mi vida” mientras empieza a sonar Where is my mind? de The Pixies. Supongo que todos estamos atravesando un momento extraño en la vida, cada uno a nuestra manera. Lo que cabría preguntarse es en qué consiste la normalidad.
The Pixies
Where is my mind?
Surfer Rosa (1988)
Siempre he pensado que uno puede ser capaz de apreciar la belleza en cualquier arte, pero que a la hora de los favoritismos, ha de haber un vínculo emocional, una asociación con la obra (ya sea con el contenido o bien con las circunstancias en las que se tuvo contacto con ella), para colocarla en los primeros puestos de sus imprescindibles. Recuerdo la primera vez que vi ‘El club de la lucha’ como si fuera hoy mismo. Atravesaba una época un tanto confusa en muchos aspectos de mi vida y solía refugiarme bastante en el cine. Estaba en mi habitación un viernes de invierno a eso de las siete de la tarde. Me acababa de comprar el dvd original, con David Fincher (impagable director de ‘Seven’ y ‘The game’ hasta aquella fecha) y Edward Norton como únicos referentes para el visionado.
Reconozco que es una película no apta para todos los estómagos. Es violenta, radical y trata ciertos temas con una especie de humor negro que puede resultar desagradable y frívolo. Pero el meollo de la cinta, el mensaje que subyace me parece más que interesante, de los que habría que meditar. Todavía tengo frescas frases como “lo que posees acabará poseyéndote” o “pasamos nuestras vidas en trabajos que odiamos para comprar cosas que no necesitamos”. Cuando terminó, tenía una extraña sensación de reconciliación con la vida (probablemente falsa), de que los problemas podían tener fácil solución, de que el mundo es una mierda, pero podría cambiar (aunque no por los métodos que a Tyler le gustarían). Al final, la realidad te acaba devolviendo a tu sitio.
Supongo que en los tiempos que corren los programadores de las cadenas tendrán esta cinta más que vetada. ¿Os imagináis a cuatro millones de desempleados (y subiendo) viendo una película que bien podría catalogarse como un ‘catecismo antisistema’? Mejor no hacer experimentos por si a alguien se le ocurre alguna ‘genialidad’ después de verla.
Os dejo aquí los últimos cuarenta y cinco segundos de la película, que no desvelan nada de la trama (todo lo importante es lo que pasa antes) con esa irónica frase de “me has conocido en un momento extraño de mi vida” mientras empieza a sonar Where is my mind? de The Pixies. Supongo que todos estamos atravesando un momento extraño en la vida, cada uno a nuestra manera. Lo que cabría preguntarse es en qué consiste la normalidad.
The Pixies
Where is my mind?
Surfer Rosa (1988)
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