Leonard Cohen: genio y figura. Sólo su nombre impone respeto; estamos hablando de uno de los mejores compositores de la historia (no tiene nada que envidiar a nadie, ni siquiera a Dylan). A sus setenta y tres años, se ha enfrascado en la que probablemente sea su última gira y de paso nos ofrece ‘Live in London’.
Un concierto mágico, con un sonido primoroso, con Cohen en su máxima expresión: el directo. He de reconocer que sus versiones de estudio, siempre las encuentro algo descafeinadas, quizá por su voz grave, con la que me cuesta empalizar de entrada. Pero ante el público Leo es otra historia. Su voz, la misma, sí; pero la atmósfera que se respira es de una densidad y una profundidad que se escapan a toda escala de medida. Su universo de negrura plasmado en canciones planea sobre el ambiente, rozando la piel de todo aquel que le escuche para poner el bello de punta. No necesita cantar. Con recitar es más que suficiente para transmitir toda clase de emociones.
El repertorio no ofrece nada nuevo, ni falta que hace. Es un repaso de todos sus clásicos arropado por la banda, que podría ser prescindible porque el bueno de Leo se basta y se sobra él solito. Los no iniciados en su discografía quizá le encuentren plúmbeo, triste, incluso plano; su música requiere adiestramiento y tener el libreto delante. Se trata del qué y el cómo. Hay que escuchar ‘I’m your man’ (si quieres un amante / haré todo lo que me pidas / y si quieres otra clase de amor / me pondré una máscara / si quieres un compañero coge mi mano / o si quieres pegarme con rabia / aquí estoy, soy tu hombre) con ese desgarro, con esa sumisión y, a la vez, con esa sensualidad, para darse cuenta de lo que se esconde tras este viejecito con sombrero, encogido tras una guitarra: un alma herida, un tipo que ha sufrido por amor y que transmite ese sufrimiento de la forma más vívida posible.
Podríamos seguir así con ‘So long, Marianne’ (Los libros sagrados están abiertos / los médicos trabajan día y noche / pero nunca encontrarán la cura para el amor / no hay bebida, ni droga / no hay nada lo bastante puro / que sirva de cura para el amor); o ‘Bird on a wire’ (como un pájaro en un cable / como un borracho en un coro de medianoche / he intentado a mi manera ser libre / como un gusano en el anzuelo / como un caballero de un libro pasado de moda / he salvado todos mis lazos por ti); o ‘Hey, that’s no way to say goodbye’ (pero no hablemos de amor o cadenas / ni de cosas que no podamos desatar / sus ojos son suaves con dolor / hey, no hay manera de decir adiós). Pero la gracia es que cada uno desgrane el jugo de cada pequeña poesía cantada. No es una tarea fácil, requiere paciencia, atención y tiempo, pero merece la pena. Y mucho.
Un concierto mágico, con un sonido primoroso, con Cohen en su máxima expresión: el directo. He de reconocer que sus versiones de estudio, siempre las encuentro algo descafeinadas, quizá por su voz grave, con la que me cuesta empalizar de entrada. Pero ante el público Leo es otra historia. Su voz, la misma, sí; pero la atmósfera que se respira es de una densidad y una profundidad que se escapan a toda escala de medida. Su universo de negrura plasmado en canciones planea sobre el ambiente, rozando la piel de todo aquel que le escuche para poner el bello de punta. No necesita cantar. Con recitar es más que suficiente para transmitir toda clase de emociones.
El repertorio no ofrece nada nuevo, ni falta que hace. Es un repaso de todos sus clásicos arropado por la banda, que podría ser prescindible porque el bueno de Leo se basta y se sobra él solito. Los no iniciados en su discografía quizá le encuentren plúmbeo, triste, incluso plano; su música requiere adiestramiento y tener el libreto delante. Se trata del qué y el cómo. Hay que escuchar ‘I’m your man’ (si quieres un amante / haré todo lo que me pidas / y si quieres otra clase de amor / me pondré una máscara / si quieres un compañero coge mi mano / o si quieres pegarme con rabia / aquí estoy, soy tu hombre) con ese desgarro, con esa sumisión y, a la vez, con esa sensualidad, para darse cuenta de lo que se esconde tras este viejecito con sombrero, encogido tras una guitarra: un alma herida, un tipo que ha sufrido por amor y que transmite ese sufrimiento de la forma más vívida posible.
Podríamos seguir así con ‘So long, Marianne’ (Los libros sagrados están abiertos / los médicos trabajan día y noche / pero nunca encontrarán la cura para el amor / no hay bebida, ni droga / no hay nada lo bastante puro / que sirva de cura para el amor); o ‘Bird on a wire’ (como un pájaro en un cable / como un borracho en un coro de medianoche / he intentado a mi manera ser libre / como un gusano en el anzuelo / como un caballero de un libro pasado de moda / he salvado todos mis lazos por ti); o ‘Hey, that’s no way to say goodbye’ (pero no hablemos de amor o cadenas / ni de cosas que no podamos desatar / sus ojos son suaves con dolor / hey, no hay manera de decir adiós). Pero la gracia es que cada uno desgrane el jugo de cada pequeña poesía cantada. No es una tarea fácil, requiere paciencia, atención y tiempo, pero merece la pena. Y mucho.
H Said,
Grande, muy grande el disco. Y todavíá más el SEÑOR Cohen! Su música me atrapa, sus canciones me hipnotizan, y sus letras...Poesía!
Por ponerle un pero...como dices, su voz. Pero canciones como Suzanne, no serían tan geniales sin esa voz tan rota y desgarradora!
Verle en directo tiene que ser un lujo para los sentidos. Pero hablando de lujos...80€, entre semana y en Bilbao... 8(
Quíen sabe, quizás en Septiembe os cuente qué tal ese directo!
Grande Nathaniel!
Posted on 8 de mayo de 2009, 11:28
Nathaniel Said,
Wow! 80 euracos! No sé si es una suerte o una desgracia que no me caiga cerca ningún concierto... Vaya tela!
Posted on 10 de mayo de 2009, 0:56