Llevo años preguntándome qué es exactamente el pop. Con el tiempo ha llegado a sonarme a una cuestión casi retórica, observando las naderías que obtenía por respuesta. La experiencia (es decir, mi biblioteca iTunes) tampoco arroja demasiada luz al respecto, mostrándome una amalgama de álbumes que, en su mayor parte, poco tienen en común. Quizá esa sea la clave: el pop es un cajón desastre, un saco en el que todo lo que no encaja en algo mejor definido tiene cabida. Es por tanto, una etiqueta vacía, sin significado concreto. Démosle, pues, un sentido a todo esto.
El pop no puede ser la música popular. Tal vez esté así considerado, pero no debe serlo. Debe aspirar a ofrecer algo más que lo que la masa (ese grupo de personas que simpatiza con Belén Esteban y ve Los hombres de Paco) espera que la música represente; debe constituir un género que, sin estar encorsetado en cuatro parámetros predecibles, aúne calidad y capacidad emotiva en un soporte lo suficientemente accesible para que un público mínimamente inquieto sea capaz de apreciarlo y reconocerlo al instante.
Llegamos, entonces, a Teen Dream, el último disco de Beach House: lo que el pop debería ser (y no es). Un disco cálido pero no pasteloso; hipnótico pero sin abrumar; con estructuras clásicas pero con un sonido fresco, innovador, incluso minimalista, con envolventes melodías que se apoyan en guitarras y teclados profundos e inspirados (que no virtuosos) y dan pie a contenidos estribillos en los que Victoria Legrand consigue embelesar, con la elegancia como máxima. Zebra, Norway, Walk in the park, Real love, Take care… Es pop, amigos. Y del bueno.
Ya decía yo que de Baltimore no puede salir nada malo.
El pop no puede ser la música popular. Tal vez esté así considerado, pero no debe serlo. Debe aspirar a ofrecer algo más que lo que la masa (ese grupo de personas que simpatiza con Belén Esteban y ve Los hombres de Paco) espera que la música represente; debe constituir un género que, sin estar encorsetado en cuatro parámetros predecibles, aúne calidad y capacidad emotiva en un soporte lo suficientemente accesible para que un público mínimamente inquieto sea capaz de apreciarlo y reconocerlo al instante.
Llegamos, entonces, a Teen Dream, el último disco de Beach House: lo que el pop debería ser (y no es). Un disco cálido pero no pasteloso; hipnótico pero sin abrumar; con estructuras clásicas pero con un sonido fresco, innovador, incluso minimalista, con envolventes melodías que se apoyan en guitarras y teclados profundos e inspirados (que no virtuosos) y dan pie a contenidos estribillos en los que Victoria Legrand consigue embelesar, con la elegancia como máxima. Zebra, Norway, Walk in the park, Real love, Take care… Es pop, amigos. Y del bueno.
Ya decía yo que de Baltimore no puede salir nada malo.
H Said,
Últimamente oigo hablar mucho de este disco, y todo son cosas buenas! Le daré un par de escuchas a ver si me convence!!
Gracias por la reseña Sr.Fisher!
Posted on 27 de diciembre de 2010, 10:11